viernes, 25 de mayo de 2018

Sidney, cambio de planes en el último día de vacaciones...

By Sole

18 de diciembre 2016

Ultimo día full de vacaciones. No puedo creer lo rápido que pasaron!!!
Teníamos planeado ir al Fish market a la mañana y a la “reserva” Featherdale a la tarde, pero… un ataque de conciencia modificó los planes. En rato antes de salir, me puse a releer el brochure del Featherdale Wildlife Park donde las palabras “colección privada de animales” y un par de imágenes de gente interactuando con los koalas me hicieron mucho ruido, generándome la sensación de que era un zoológico más disfrazado de reserva… en ese momento decidí que no quería ir. Seba aceptó mi decisión, y así nos quedamos sin ver koalas, demonios de Tasmania, canguros y demás habitantes del lugar. Cuando los vea (si es que alguna vez lo voy a ver) quiero que sea libres, en su hábitat natural y alimentándose por sí mismos. Dicho esto, el plan de la mañana se mantenía, pero la tarde nos quedaba libre.

Había amanecido nublado con una temperatura que rondaba los 18°C; según el pronóstico se iba a mantener así todo el día, y el riesgo de precipitaciones era de apenas 10%. Con ese contexto meteorológico salimos a la calle con pantalones, remeras y la precavida segunda capa; en realidad el señor no fue tan precavido y no la llevo, “no la vamos a necesitar” fue su sentencia. Ni bien pusimos un pie en la calle notamos cierto frescor, pero se aguantaba bien en remera.

Caminamos por Surry Hill –un barrio con barcitos lindos- hasta la estación central donde fuimos a tomar el “Light rail” que iba hacia Pyrmont y el Sydney Fish Market. La parada estaba en el primer piso de Central Station, por lo que tuvimos que atravesar su gran hall y salir por el extremo que daba hacia la calle -pero en un nivel superior-. Luego de unos 5 minutos de espera arribó un tranvía rojo al que subimos junto a varios orientales. Luego de girar y pasar al lado de un parque, donde había un grupo de indigentes viviendo en carpas, las vías dejaban de estar sobreelevadas y se nivelaban con la calle. Pasamos por el barrio Chino, pero en lugar de bajar pasajeros subieron unos cuantos chinos más; paramos en varias estaciones más que no tenían nada remarcable que mencionar y bajamos casi todos en la parada del Fish Market. Para tomar este transporte también se usa la Opal card, la cual se pasa por unos lectores que hay en las paradas tanto antes de subir como después de bajar del vagón.

Tras salir de la estación cruzamos varias calles por debajo de carreteras sobreelevadas y entramos en el gran estacionamiento del mercado. En el predio había varios puestos con gran variedad de pescados, mariscos y crustáceos, tan frescos que algunos aún estaban vivos. Había gente comprando y otros tantos, como nosotros, curioseando y sacando fotos. También había un par de restaurantes autoservicio que ofrecían todos estos animalitos en diferentes preparaciones. Apenas eran las 11 de la mañana y ya casi todos los lugares para sentarse estaban ocupados, en su mayoría por familias de orientales con fuentes de comida de tamaño obsceno. Pensamos en sentarnos a comer algo, pero nos pareció demasiado temprano. Luego de recorrer todo el lugar decidimos dar una vuelta por Pyrmont y volver a la hora del almuerzo corriendo el riesgo de que estuviese más atestado de gente.

Fish market I

Fish Market: mercadería fresca

Fish market: mercadería demasiado fresca

Fish Market: Todo listo para comer

Fish Market: orgía de pescados y mariscos estilo oriental

Salimos del predio y tomamos la calle Union hacia el Museo Marítimo. Nos encontramos con un barrio con varios cafés y restaurantes pequeños, en el que convivían edificaciones nuevas entre fachadas antiguas, reflejo de la vieja zona portuaria que supo ser. De camino nos sentamos en una plazoleta a degustar una barra de maní –todos los días honramos al Dios de maní-, para engañar un poco al estómago hasta el horario del almuerzo.

Pyrmont

Ni bien reemprendimos la marcha comenzaron a caer unas gotas aisladas que nos hicieron acelerar el paso hasta llegar al museo. Como las salas eran gratuitas ingresamos a dar una rápida visita (como suelen ser las visitas a los museos con Seba). Lo poco que puedo decir es que había una copia de una canoa de los primeros habitantes, detalles de los viajes de John Cook y su barco, un sector con objetos e historia de pasajeros de algunos navíos emblemáticos, un velero con información sobre "las vueltas al mundo" –incluyendo criterios que deben cumplirse para considerarla como tal y los récords-, y un helicóptero colgado del techo que no sé qué papel jugaba ahí. Cuando mi coequiper se cansó abandonamos el lugar por la puerta que daba hacia el puerto, donde había un submarino y la réplica del Endevour de John Cook, cuyas visitas eran pagas. Nos limitamos a mirarlas desde afuera ya que no estábamos dispuesto a invertir $30 por cabeza en eso.

Llegando al Museo Marítimo

Réplica del Endevour

Aprovechamos la perspectiva para sacar algunas fotos del viejo puente que conectaba esa península con el distrito financiero. Si bien no llovía estaba fresco, la temperatura parecía no haber subido nada e incluso se sentía menor cuando soplaba el viento.

Ya era pasado el mediodía y teníamos hambre; volvimos al mercado. Eran las 13:00 horas, cuando nos acercamos a las inmediaciones sospechamos que la idea de regresar no había sido para nada feliz… Casi era imposible entrar, había gente por todos lados, mesas repletas, y los mostradores de los puestos de comida tenían decenas de personas enfrente distribuidas de manera caótica. La muchedumbre era tal que ni siquiera legamos a sacar una foto para ilustrar la situación.

Viendo ese panorama dijimos adiós al fish & chips, y nos fuimos a almorzar a un restaurante que nos había gustado cuando pasamos caminando.

De ahí volvimos al puerto, cruzamos el Pyrmont Bridge, y terminamos caminando entre el acuario, el museo Tussaud y varios puestos de comida. Como no teníamos intención de visitar ninguno de estos lugares seguimos de largo hacia Kent Street; estábamos de nuevo en la zona que ya nos resultaba familiar.

Pyrmont Bridge

Vista desde el puente

Esa vez enfilamos hacia “The Rocks” para tomar el cafecito de la tarde en el café belga Guylian, un equivalente al Lindt. Pedimos un latte, un cappucino y una porción de "walnut and date bread", en criollo una rodaja de budín que nos decepcionó bastante por su sequedad. No sé si se habían pasado de cocción o si la bollería había conocido mejores épocas y se encontraba avejentada.

Cuando la imagen supera a la realidad
Seguimos la recorrida por el The Rocks Discovery Museum, resguardándonos una vez más de la tenue garúa. Tuvimos que ir a buscarlo exclusivamente porque había pasado totalmente inadvertido la primera vez que pasamos por ahí. Como en todos los museos de entrada gratuita apenas nos preguntaron de donde veníamos y nos dieron la cordial bienvenida a sus salas. Ese lugar casi anónimo, en un resquicio del barrio, nos resultó muy interesante para conocer un poco más sobre los primeros habitantes de la isla, su convivencia con los primeros europeos, la muerte de la mitad de la población originaria por una epidemia de viruela traída por los visitantes, la génesis del barrio con el establecimiento de los convictos “rehabilitados”, su etapa de de “barrio de malvivientes” llena de pubs donde abundaba el alcohol y las malas condiciones de higiene, centro de la epidemia de peste negra; las ratas eran grupo de habitantes más del lugar. Con la excusa de prevenir una posible epidemia en 1901 el gobierno tomo el control de gran parte del barrio… la historia continuaba, pero Seba se aburrió y nos fuimos sin ahondar demasiado en algunas salas y cómo la zona terminó siendo lo que es actualmente. Todo estaba contado de manera didáctica con infografías, pantallas interactivas y viejos objetos hallados en excavaciones.

The Rocks Discovery Museum

En la calle el tiempo seguía tan feo como un rato atrás, aun así, caminamos un poco por el puerto despidiéndonos de la Opera y el puente tan característicos. Estoy segura de que algún día nos volveremos a ver!!!

Creo que había viento...

Volvimos caminando a paso sostenido empujados por el frío; había que preparar las valijas. A las 20:00 horas, estando ya estaba listo el equipaje, cruzamos la calle hacia “Grill’d”, la hamburguesería que proclamaba tener "healthy burgers". La cena despedida de la ciudad consistió en una hamburguesa de cordero (la preferida de Seba), una “veggie Burger” a base de arvejas y zanahoria (no hay que dejarse llevar por el comentario “la hamburguesa es de carne, no se puede ir a una hamburguesería comprar una hamburguesa de vegetales”) y papas fritas con un exceso de romero. El ambiente nos resultó muy lindo y la comida sabrosa incluida la hamburguesa vegetariana que no cabe en la cabeza de los cavernícolas.

Esperando el pedido...

Cuando la realidad supera a la imagen

Con algo de nostalgias nos fuimos a dormir…

Algunas recomendaciones:
  • Nunca está de más tener en la mochila una segunda capa para esos eventuales cambios de tiempo no previstos por el pronóstico o para cuando se entra en lugares con mucho aire acondicionado.
  • Si quieren comer en el Fish Market, no vayan un domingo al mediodía! 
  • Tener la Opal Card a mano que sirve para todos los medios de transporte. Si toman el "light rail" no olviden pasar la tarjeta por los lectores de las paradas al subir y bajar del tren.
  • Visitar "The Rocks Discovery Museum", didáctico, interesante y gratuito.
  • Si quieren visitar un museo tranquilos, no vayan con Seba. 


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