sábado, 31 de marzo de 2018

Chau Nueva Zelanda... hola Australia!!!

By Sole

Lunes, 12 de Diciembre 2016

Había amanecido más frío que el día anterior; las cimas de los Remarkables estaban bajo un conglomerado de nubes bajas que al disiparse dejaron en evidencia nieve fresca… más “azúcar impalpable” se sumaba a eterna “cobertura de chocolate blanco” (pensando en comida desde temprano).

Empacamos todo y y tras despedirnos de nuestro host, bajamos lentamente con las valijas al centro de la ciudad. El viento soplaba con ganas haciendo que el frío se sintiera, sobre todo en las zonas que teníamos descubiertas; el termómetro apenas llegaba a los 10°C. Aún faltaba un rato para tomar el micro hacia el aeropuerto, por lo que nos refugiamos en un café. El elegido de esa mañana fue “The extreme”. Cuando llegamos casi todas las mesas estaban ocupadas con gente que engullía bollerías, huevos, y en algunos casos hasta sopas –no pudimos evitar recordar la búsqueda de algo para desayunar que no fuera sopa durante el viaje a China al ver a la familia de orientales sentados frente a esos platos humeantes-. Pedimos dos flat White –los cafés tradicionales de Nueva Zelanda y Australia-, un scon de queso (con más sabor a romero que a queso) y un muffin de banana & raspberry. Fue una experiencia más placentera que la del día previo, disfrutando de un rico “second breakfast” con tranquilidad.

Unos minutos antes de las 12 nos fuimos al O’ Connells Mall en Camp Street a tomar el bus hacia el aeropuerto. Quince minutos después ya estábamos ahí, superando como de costumbre las 3 horas requeridas para los vuelos internacionales. Despachamos la valija, de la cual Seba se despidió como si no la fuésemos a volver a ver; estaba seguro que en algún vuelo la íbamos a perder. Siempre con esas ideas catastróficas...

Tras pasar migraciones, por ser sospechosamente negro y pelado Seba pasó por un doble control de seguridad que incluyó el rastreador de metales manual y el hisopado de la parte exterior de la mochila buscando drogas. Superó la prueba sin problemas y accedimos a la sala de embarque.

Australia allá vamos!!!
Con unos minutos de demora tomamos el avión de Quantas que nos sorprendió con su servicio de a bordo que incluía una gran variedad de gaseosas e incluso bebidas alcohólicas, 3 menús de comida (pollo + cuscús en ensalada, guiso de carne con papas, y pescado con vegetales), té o café y para terminar palito helado de crema con corazón y cobertura de chocolate. Por si todo eso no hubiese sido suficiente también repartieron chocolatitos.

En dos horas y media llegamos al aeropuerto de Sidney. El trámite migratorio fue rápido, y tal como nos habían indicado en la embajada no hizo falta mostrar ninguna constancia de visa, todo estaba en el sistema. La llegada de las valijas al carousel fue un poco más lenta de lo habitual, pero finalmente nos reencontramos con nuestra pequeña que había llegado sana y salva lejos de todas las predicciones de Seba. Mientras esperábamos cambiamos algo de dinero para sacar los pasajes de tren; entre la comisión y el tipo de cambio sentimos que nos habían robado!

Siguiendo los carteles, en pocos minutos llegamos a la estación del tren que conectaba con la ciudad. Como país desarrollado, los tickets se sacaban directamente en máquinas expendedoras que aceptaban cash y tarjeta de crédito. Ahí mismo sacamos el pasaje hasta Katoomba, una ciudad a unos 100 Km de Sidney junto a las Blue Mountains. La mayor parte de la gente visita la zona en day trip, pero como nosotros queríamos hacer un poco de hiking decidimos dedicarle un poco más de tiempo y pernoctar ahí para comenzar a caminar temprano.




Un cuarto de hora más tarde estábamos en Sydney Central. Siguiendo la información de las carteleras dimos con un tren de apenas dos vagones que parecía iba a Katoomba, y que justo salía a las 17:52 hs… en 10 minutos! Dejamos las valijas en el espacio del tren destinado a tal fin y nos acomodamos en un par de los tantos asientos vacíos que había; teníamos unas 2 horas de viaje por delante.



Cuando el reloj de la estación marcó las 17:52 horas, arrancamos lentamente; la puntualidad se sumaba al indudable aspecto inglés del lugar… al menos habían heredado una parte buena de la madre tierra. En las inmediaciones, las casas más antiguas y un par de estaciones por las que pasamos también parecían haberse inspirado en la arquitectura inglesa. Si bien la velocidad de la formación era bastante lenta, al no parar en muchas de las estaciones mantenía un ritmo uniforme.

Tras pasar la estación Blacktown quedamos sorprendidos al ver 5 canguros sentados en unos pastizales al costado de las vías cual perros callejeros. “Canguros callejeros?” nos preguntamos. Ese avistamiento nos motivó a que prestásemos más atención a lo que sucedía a los alrededores y hagamos un “game drive” desde la ventanilla del tren. Sumamos a los marsupiales, unas cacatúas blancas de gran tamaño con un penacho amarillo (Cacatuas galerita), unos llamativos pájaros rojos y azules (Rosella roja), y unos con aspecto de cuervos con plumaje blanco y negro (Australian magpie). Más allá de los ejemplares de la naturaleza, nos llamaron la atención la gran cantidad de canchas de deportes como rugby, baseball y softball, áreas de arquería y piletas de natación.

Unos minutos antes de las 20:00 horas estábamos en Katoomba… Tras salir de la estación, cruzamos la calle, giramos a la derecha, caminamos un par de cuadras y llegamos al hostel. Habíamos llegado con tiempo de sobra para hacer el check in! Justamente nuestro apuro era para llegar antes de 21 horas, horario en que cerraba la administración del Blue Mountains Backpackers. De no haber tenido la dirección creo que lo hubiésemos pasado de largo porque nada en el exterior sugería que se trataba de un alojamiento. En el espacio común se veían varias mesas con sillas, una mesa de pool, una biblioteca y sillones frente a la tele… ya habría tiempo para inspeccionar. Rápidamente subimos a nuestra habitación que estaba en el primer piso por escalera… atravesar la puerta fue viajar 100 años atrás en el tiempo! Era una habitación simple en su estado original; no era un gran problema porque apenas pensábamos pasar literalmente dos noches ahí. Dejamos el equipaje y salimos a comprar provisiones y algo para cenar.

Aprovechamos que uno de los supermercados aún estaba abierto y compramos varias cosas para el día siguiente. En un rápido “scanneado ocular", ese super de pueblo le pasó el trapo a todos los que habíamos visitado en Nueva Zelanda. Quedé enamorada de sus góndolas llenas de productos de variedades inimaginables. Tranquilamente podría mudarme mañana mismo a ese país; a decir verdad no sé porque regresamos a Buenos Aires…

Con la bolsa con provisiones para el desayuno, el hiking y la cena del día siguiente, y algunos irresistibles chocolates, pasamos por una pizzería en Park Street a comprar una pizza. Luego de cenar, pusimos el despertador a las 6:30 horas y nos fuimos a dormir. Queríamos aprovechar el día siguiente desde temprano!

La gran recomendación del día: 

  • Saquen los tickets del tren con la tarjeta de crédito y cambien dinero en la ciudad.
Anterior/ siguiente

jueves, 29 de marzo de 2018

Domingo de descanso (a nuestra manera) en Queenstown

By Sole

11 de diciembre 2016

Como no teníamos grandes planes para ese día, más que hacer lo que se nos viniera en ganas, ni siquiera programamos el despertador. Algo adentro nuestro no había entendido el mensaje “día de descanso” y a las 6:00 horas ya estábamos despiertos... intentamos dormir un poco más, pero apenas pasadas las 7 nos levantamos. Cuando uno se empieza a poner viejo si pasa demasiado tiempo en la cama se levanta con dolor de espalda, así que hay que levantase a tiempo antes de que eso suceda.

Desayunamos sin apuro, y a las 9 y algo bajamos al centro. Pasamos por la bakery de los Ferg -no íbamos a perder la oportunidad de probar algo de cada local de la familia- comprando el “muffin del día” que resultó ser de tentador chocolate. Como planeábamos hacer un brunch en la playa necesitábamos algo salado, así que cruzamos la calle y en otro negocio compramos un cheese scon. Guardamos las bollerías en la mochila y nos fuimos hacia el muelle desde donde iniciamos la caminata bordeando el lago disfrutando de un paisaje un tanto diferente al de los días previos.

La temperatura había bajado mucho durante la tarde y noche previa, y algunos de los picos de los Remarkables parecían tener nieve fresca -se veía como si les hubiesen espolvoreado azúcar impalpable en la zona más alta-. Esa mañana estaba soleado pero el viento hacía que se sintiera bastante fresco; algunos atérmicos iban en shorts y remera, mientras que otros llevábamos campera y guantes.




Caminamos por Queenstown Bay, un camino paralelo a la costa con pasto, algunos árboles, bancos de madera, parrillas y hasta public toilets; un lugar muy lindo para un un pic nic urbano.



Este camino se continuaba unos metros paralelo a la ruta para terminar desembocando en el Sunshine Bay track, uno de los senderos de hikking de la zona con un tiempo estimado de 30 minutos. Por si aún tienen alguna duda, justamente hacia ahí íbamos!!! Ese camino discurría entre árboles, existiendo en los últimos metros varias bajadas hacia pequeñas playas.



Tal como teníamos pensado, bajamos a la arena en un sector que no había nadie y nos sentamos de espaldas a una gran piedra que nos protegía del viento. Habíamos encontrado el lugar ideal para el brunch!!! Enseguida preparamos el mate, y el muffin y el scon hicieron su aparición estelar… todo estaba listo para disfrutar de un pic nic en la playa. La única prueba que quedó del momento es la foto, porque de esas dos exquisitas bollerías que acompañaron los mates no quedaron ni las migas.


Todo listo para "brunchear"!!!

Nos quedamos un buen rato hablando y descansando -después de tantos días de caminatas estábamos un poco cansados físicamente-, hasta que a las 12:30 horas levantamos campamento. Caminamos unos metros más por la arena hasta el final del sendero, donde estaba la playa “más popular” junto a un estacionamiento. Justamente ahí había varias personas, en su mayoría jóvenes, que tomaban sol y arrojaban piedras al lago jugando al sapito; sospecho se inspiraron en Seba que un rato antes había estado haciendo lo mismo…

Como no había nada más que ver en la zona, volvimos sobre nuestros pasos todo el camino, terminando nuevamente en el centro de la ciudad, la cual no queríamos abandonar sin antes visitar el Bespoke Kitchen. Queríamos saber que tenía de especial para haber ganado el premio al mejor café de New Zealand en el 2015. Tal como habíamos visto en fotos, el local tenía una decoración moderna, de un estilo que me recordó a los cafés escandinavos que nunca visité pero que había visto en fotos. Pedimos un cappuccino, un latte y un muffin de raspberry & coconut, y nos dispusimos a disfrutar de un tranquilo café, descansar y escribir un rato. Pero los planes se vieron frustrados prematuramente… ni bien nos trajeron el pedido notamos que estaban levantado las mesas y sillas de los alrededores con intención de cerrar el local! Me pareció pésimo que en el momento en que hicimos el pedido no nos hubiesen avisado que estaban por cerrar, de seguro nos hubiésemos ido a otro lugar… Así que resultó un café más rápido de lo deseable y nada especial. No sé en base a que le habían dado el premio.



De ahí enfilamos hacia los jardines para empalmar con Park Street y posteriormente con el Frankton trail, un sendero paralelo al brazo Frankton del Lago Wakatipu. Nos encontramos con una senda más ancha y abierta que la de la mañana, con algunos desniveles leves pero con un suelo más regular que la hacía apta para bicicletas; de hecho cruzamos mucha gente andando en bici. Resultó un lindo paseo viendo el lago, por un lado, y complejos habitacionales por el otro, que en ese momento impresionaban deshabitados.




Luego de que habíamos caminado cerca de un kilómetro y medio comenzó a garuar; el cielo oscuro había dejado de ser una amenaza, la lluvia era una realidad. Así que dimos media vuelta y emprendimos el regreso; el sendero se continuaba dos kilómetros y medio más. Por suerte no pasó de una suave garúa y no llegamos a mojarnos.

Ya teniendo en mente la cena de esa noche volvimos al centro donde hicimos una parada en un Pita Pit, una cadena que vendía wraps personalizados al estilo Subway. Elegimos el tamaño y tipo de pan pita, un tipo de carne, vegetales, quesos y salsas, y en pocos minutos tuvimos los wraps armados. La opciones no quedan ahí, después vino el “frío vs tostado”, y “takeaway vs comer ahí” (había una pequeña barra que no resultaba para nada atractiva).

Bajo una garúa intermitente volvimos al departamento a merendar, y seguir aprovechando el día de “descanso”. Calentamos las pitas que habíamos comprado más temprano disfrutando del último anochecer en Queenstown.

sábado, 24 de marzo de 2018

Lluvia y frío no te tenemos miedo!!! Routeburn track allá vamos!!!

By Sole

10 de diciembre de 2016

Sábado 7:59 horas ya estábamos esperando el transfer de “Glenorchy Journey” para ir al Routeburn Shelter. Era el mismo punto de encuentro para varias excursiones. Alrededor de las 8:15 horas apareció nuestra van, a la que subimos junto a 4 orientales. Cuando todos tuvimos los cinturones de seguridad abrochados, el vehículo arrancó con Johana detrás del volante; en Nueva Zelanda parece haber tanta cantidad de choferes mujeres como de hombres.

El día estaba nublado, había llovido durante toda la noche y había chances de precipitaciones durante el día. Cuando uno tiene los días contados de vacaciones tiene que adaptarse al día que le toca en suerte, aunque no sea el ideal para hacer actividades al aire libre... Durante los 48 km de ruta ondulante y zigzagueante como las que suelen bordear los lagos tuvimos sol, nubes y garúa. Las nubes estaban tan bajas que en algunos sectores tapaban parte de las montañas.

En 30 minutos estábamos en Glenorchy donde bajaron todos los pasajeros salvo nosotros que seguimos 27 km más hacia el Routeburn; unos 9 km por pavimento y los 18 km finales por un camino de ripio que corría entre granjas con ovejas.

Pasada las 9 horas llegamos al shelter, no llovía, pero el viento se hacía sentir y el cielo estaba casi todo cubierto con una leve resolana. El parador, que consistía en una estructura de madera semiabierta con un par de baños públicos, estaba lleno de gente secando su ropa; sospechamos que eran las pobres personas que habían pasado la noche en los paradores del sendero y habían emprendido el regreso a primera hora de la mañana bajo la lluvia.


Routeburn Track allá vamos!!!

Comenzamos ascendiendo lentamente por un sendero, cubierto de hojitas de árboles marrones, anaranjadas y rojas, que discurría por un bosque de hayas (beech); las hojas caídas nos recordaron a las de las lengas. Estaba todo muy húmedo, como si hubiese dejado de llover muy poco tiempo atrás; más allá de la humedad del suelo y gotas en las plantas, a los costados del camino se veían pequeñas cascadas y desagües de naturales de agua. Todos estos elementos creaban un ambiente muy interesante.








El bosque era atravesado en varios puntos por arroyos que cruzamos mediante puentes colgantes de diferente tamaño y resistencia que admitían distinta cantidad de personas al mismo tiempo. Las pendientes ascendentes, algunas más pronunciadas que otras, fueron una constante en todo el camino de ida; estábamos condenados a ejercitar cada uno de los músculos de las piernas.



Uno de los tantos puentes

En un momento salimos del bosque y la senda giró, ubicándose entre un arroyo y la ladera de la montaña. Lo más remarcable de ese sector fue una cascada de gran altura con el agua que caída de manera dispersa como si fuese un abanico o velo de novia como sugería su nombre “the bridal veil fall”.


El arroyo que teníamos a la izquierda

The bridal veil fall

Con la lluvia de las últimas horas el flujo de agua de los arroyos se había incrementado… era la única explicación que encontramos cuando nos topamos con un pequeño curso de agua sin puente, y en consecuencia difícil de franquear (al menos para mí). Mi falta de coraje e incoordinación motora hicieron que tardásemos unos cuantos minutos en cruzarlo. Tuvimos que ir saltando de piedra en piedra tratando de no perder el equilibrio ni mojarnos los pies. Fue la parte más dificultosa de todo el camino!!!

Avanzamos unos metros y tras cruzar un puente colgante el arroyo, que nos había acompañado desde que habíamos salido del bosque, pasó a estar a nuestra derecha. Luego de 1:45 horas llegamos a la bifurcación del camino entre Flats Hut y Falls Hut, donde hicimos la primera parada para hidratarnos, picar algo y ponernos una 3° capa semipermeable (tendríamos que comprar una impermeable) ya que en los últimos metros había comenzado a garuar. Hasta que el cuerpo se acostumbra, resulta super incómodo caminar con toda esa ropa puesta…. afortunadamente se trató de una lluvia transitoria.





Tras tomar el desvío a Falls Hut la dificultad se incrementó por las pendientes más pronunciadas y la presencia de piedras sueltas en el suelo. En un par de sectores había riesgo de derrumbe según los carteles… justamente ahí estaban las vistas panorámicas más majestuosas de las montañas con el flat central. A pesar del riesgo nos detuvimos, sin acercarnos demasiado al vacío, para sacar unas selfies.









Unos 50 minutos después llegamos a Falls Hut, el refugio de montaña donde se recomienda pasar la primer noche de los 3 o 4 días que toma en hacer el track en su totalidad. Nosotros apenas pensábamos recorrer los primeros 9 o 10 km de los 32 km totales en un day trip.


Falls Hut
Se notaba que habíamos ascendido varios cientos de metros y habíamos superado la línea de vegetación; de hecho habíamos subido unos 500 metros y nos encontrábamos 1000 metros sobre el nivel del mar. La falta de árboles hacia que las inclemencias del tiempo fuese evidentes; el viento era muy intenso y había vuelto a garuar. Esto, sumado a que fuesen unos minutos pasadas las 12 horas nos hicieron desistir de seguir adelante. Apenas caminamos unos metros más hasta la cascada por un trayecto poco demarcado de piedras; sacamos unas fotos y regresamos por el miedo a que el piso se volviese resbaladizo con el agua.






Como estábamos bien con el tiempo, hicimos la parada de almuerzo en el refugio. En uno de los laterales había varios bancos de madera donde nos sentamos a comer unos sándwiches mientras contemplábamos el paisaje y rogábamos que no se cumpliera el nefasto pronóstico de nevadas (para la zona por encima de los 800 metros de altura) anunciado en cartelera del hut




Con energías y bien abrigados, a las 12:30 horas emprendimos el regreso que fue relajado y tranquilo al ser prácticamente todo en pendiente descendente. Al bajar de altura fue aumentando la temperatura y la garúa desapareció completamente apareciendo incluso algunos rayos de sol. En ese trayecto cruzamos bastante gente caminando con su grandes mochilas en sentido contrario; seguramente iban a pernoctar donde habíamos almorzado.

Con el tiempo a nuestro favor, tomamos un pequeño desvío hacia una playita que daba al arroyo que nos acompañó parte del camino. Sacamos un par de fotos y dejamos atrás este lindo hallazgo.




En los últimos kilómetros optamos por el desvío hacia un sendero interpretativo que terminaba en el shelter inicial. Varios carteles junto a los árboles daban informaban sobre la flora y fauna del lugar. En este sector cruzamos algunas familias con chicos; lo imagino como una experiencia para un nene de 6 años como “mi primer hikking”. Unos 15 o tal vez 20 minutos después ya estábamos en el parador esperando el transfer… tras una fría (se había nublado y el viento sur soplaba con ganas) y poco placentera espera en la que fuimos atacados por pequeñas mosquitas que nos revoloteaban, se nos posaban en las zonas del cuerpo descubiertas y si no las espantábamos nos picaban llegó la camioneta. Cuánta alegría cuando la vimos llegar!!! El placer fue supremo cuando nos sentarnos en el asiento mullido abrigados por el calor de la calefacción!!!


Routeburn Shelter, ya vacío a esa hora

En 25 minutos estábamos en Glenorchy donde recogimos a 3 de los 4 orientales; parecía que había sido un día soleado y más caluroso que el que habíamos vivido nosotros. Estoy segura de que nos hubiésemos aburrido de habernos quedado todo el día ahí.

A las 17:30 horas ya estábamos en Queenstown donde nos aguardaba un helado en Mrs Ferg. De entre todos los interesantes sabores tuvimos que quedaron con 3: hazelnut with caramel, gateau (un chocolate con frutos rojos) y raspeberry with yogurt. Realmente exquisito!!! En mi ranking de helados de la ciudad, aunque no teníamos muchos competidores, se quedó con el primer lugar.

Sorry, teníamos tanto hambre que no llegamos a sacarle foto!!!

Tras dar un par de vueltas por el centro emprendimos la dura subida al departamento con las pocas energías que nos quedaban.

Conclusiones del día:
  • Fuimos del Routeburn Shelter a Falls Hut, unos 9 km con 500 metros de desnivel, en unas 2:45 horas.
  • Esa parte del sendero nos resultó muy interesante por lo diverso del paisaje. Salvo la pendiente que requería algo de entrenamiento aeróbico, no tenía gran dificultad.
  • Los dormis y baños del Falls Hut parecían estar muy bien para pasar la noche (obviamente que sumando una buena bolsa de dormir).
  • El helado de Mrs Ferg nos pareció excelente. La familia Ferg no decepciona!


sábado, 17 de marzo de 2018

Bienvenidos a Chinatown, perdón Arrowtown

By Sole (con versión de los hechos desde la perspectiva de Seba)

9 de diciembre de 2016 

Comenzamos el día yendo a los Queenstown Gardens, el jardín botánico que se extiende a lo largo de una península rodeada por el lago Wakapitu. Nos dejamos perder por los senderos que discurrían entre las diferentes especies vegetales. No éramos los únicos que habíamos madrugado, había otras personas caminando como nosotros, y varios corriendo y andando en bici. Realmente un paseo muy tranquilo y lindo viendo el lago y alrededores desde distintos ángulos.

Entrada al jardín botánico


Me parece haber visto un lindo banquito!
Una de las cosas que más me sorprendió fue la ausencia de la típica regla “no pisar el césped” haciéndolo más vivible y disfrutable que otros botánicos. De alguna manera estimulaban pisar el pasto ya que muchos de los bancos para sentarse estaban alejados de los senderos y hasta había canastos para embocar frisbee entre estos. A pesar de eso estaba impecable, al igual que las plantas, árboles y arbustos. Las rosas y otras flores parecían estar en su momento de mayor esplendor. Y para hacerlo más perfecto había un pequeño lago con patos nadando y un puente que lo cruzaba. Todo estaba muy cuidado; el par de jardineros que vimos trabajando desempeñaban una excelente labor.





Nos resultó un hermosísimo y apacible lugar para caminar, o sentarse a leer o comer algo en algunos de sus bancos. 

Desde ahí seguimos camino hacia el centro. No recuerdo que hora sería, pero había muy poca actividad. Apenas estaban abiertos los cafés que emanaban un delicioso aroma, y algún que otro negocio aislado. Aún no habían llegado los tours.
Aprovechando que el i-site estaba abierto entramos a averiguar por los transfers al Routeburn track. Nos atendió una chica oriental muy amable que nos asesoró y terminó reservándonos el transporte para el día siguiente ($45 por persona cada tramo). Estos lugares suelen tener la información de todas las empresas que prestan los servicios, horarios, se contactan con los vendors, completan las reservas y hasta toman los pagos con tarjeta de crédito. Todas las veces que entramos en algún i-site fuimos atendidos muy bien.

Resuelta la actividad del día siguiente nos abocamos a la de ese día: visitar Arrowtown. Para ello teníamos que tomar uno de los pocos buses que iba por día a esa pequeña aldea de mineros ubicada a pocos kilómetros. Siguiendo la tabla de horarios sabíamos que a las 10:35 horas partía el Connectabus desde O’ Connells Mall en Camp Street. Fue muy fácil identificar la parada ya que había un puesto con el nombre de la empresa; ahí compramos los pasajes ($15 cada uno) que se podían abonar en efectivo o con tarjeta de crédito. Justo al horario predeterminado tomamos el micro de la línea 8 que iba en forma directa vía Arthur’s Point (en otros horarios pasa la línea 10 con trasbordo intermedio en Frankton).


Parada de O’ Connells Mall
En una media hora llegamos a la última parada del recorrido que era justamente en Arrowtown. Ni bien pusimos un pie en la calle vimos que a pocos metros había un parking lleno de micros turísticos con chinos. Debimos haber sospechado algo al ver que algunos de nuestros acompañantes eran de esa nacionalidad y al  leer la historia del pueblo… Hace muchos años cuando en la zona la principal actividad económica era la explotación minera hubo una gran ola inmigratoria de chinos que venían a probar suerte buscando un futuro mejor. Justamente una de las atracciones actuales es el “Chinese Settlement” donde se cuenta mediante infografías tanto en inglés como en chino la historia del asentamiento, el mal recibimiento por parte de los europeos que habitaban el área, su triste vida de frío y miseria, así como también su destino final. Basado en todo esto, podríamos suponer que es una parada obligatoria para todos los tours chinos que visitan Queenstown y alrededores.

Con algo de decepción recorrimos las calles principales, Rawshaw y Buckingham. A pesar de que los locales comerciales y cafés intentaban mantener la estética antigua con “fachadas originales” tal como las que tenía el pueblo en el 1800, todo parecía falso. Tuvimos la sensación de estar caminando por un pueblo escenario 100% preparado para los tours; la conservación del encanto original había quedado solo en una promesa… No pudimos evitar recordar la visita al pueblo chino de Tong Li donde habíamos tenido exactamente la misma sensación de artificialidad.


Podría haber sido Universal Studios...

Huyendo de la gente fuimos hacia el río Arrow en cuyas márgenes había senderos de hiking y bici. Caminamos un rato por el Anniversary track, disfrutando del silencio que solo era interrumpido por el sonido del agua, los pájaros y algún eventual ciclista o caminante.


Sendero 💘
Los lupines de diferentes colores totalmente florecidos que sobresalían entre la vegetación verde en las márgenes del río generaban una imagen idílica. Bellísimo. Ese contacto con la naturaleza nos cambió radicalmente el humor.




Luego de caminar unos 2 kilómetros regresamos ya que se estaba haciendo el horario del almuerzo, y la banana que habíamos colacionado ya no aplacaba el hambre. Luego de evaluar todas las opciones, nos tentamos con el bar- restaurante irlandés “Micky Finn’s” donde pedimos el menú del día “Pies with mash and gravy”, en criollo una tarta de carne con puré de papas y salsa, y una Guinness tirada. Papa y cerveza, tipically Irish!!! Nos sentamos en una de las mesas de la calle y disfrutamos de un rico almuerzo.


Riquísimo!!!

A la tarde continuamos con la actividad planificada: ir en bici hasta el lago Hayes, bordearlo y regresar. En realidad, la idea original era salir de Queenstown en bici, ir al largo y si quedaban energías pasar por Arrowtown. Cuando se fue acercando el día vimos que era demasiado pretencioso e imaginamos que iba a estar bueno visitar el pueblito… otro recalculando del viaje.

Antes de ir por las bicis, dimos un rápido paseo por el Chinese Settlement donde justamente había chinos… Leímos las infografías, recorrimos las ruinas de las construcciones y un par de precarias casas que habían sido reconstruidas. Interesante para reflexionar un poco sobre la dura vida de los inmigrantes que van a un lugar totalmente desconocido con una cultura, idioma y realidad totalmente diferentes.


Casita del Chinese Settlement

Desde ahí, fuimos a la bicicletería que estaba justo al lado de la atracción que acabábamos de recorrer, “Queenstown bike tours”. Nos atendió un muchacho con gorro de papá Noel que nos ofreció el “half day hire” de $45 basado en lo que queríamos recorrer y el tiempo estimado para hacerlo (la hora costaba $25, y nuestro recorrido podía tomar entre 2 y 3 horas). Llenamos un formulario digital en una Tablet que incluyó un deslinde de responsabilidad por eventual muerte o lesiones utilizando las bicis. Nos dieron los cascos, protector solar y las indicaciones de cómo llegar al lago –había algunos cruces confusos y mal señalizados-. Seba recibió una bici muy “pro” con cambios, amortiguación y no sé cuántos chiches más. Cuando vieron mi cara de pánico al ver que la mía iba a ser igual en todo sentido, incluido el tamaño, enseguida vino la pregunta “andas mucho en bicicleta?”. Rápidamente fue cambiada a una levemente más chica y sin tanto aspecto deportivo. Desde ya que dieron por sentada mi ignorancia en el uso de estos vehículos de tracción a sangre y me tuvieron que explicar cómo funcionaban los cambios. Panorama muy prometedor: primera vez usando una bici con cambios + terreno ondulado que requería su uso. El miedo me invadió desde el primer momento que puse los pies en los pedales.

A pocos metros de comenzar apareció la primera subida que culminó conmigo bajando de la bici y arrastrándola cuesta arriba, por más cambios que tuviera fue imposible remontarla. Anduvimos un par de cuadras planas, cruzamos una ruta… y nos perdimos dentro de un campo de golf!!! Creo que fue la mejor parte de toda la desventura sobre ruedas, ir por esos senderos planos, pavimentados entre pastizales verdes prolijamente cortados y lagunas artificiales. Evidentemente el camino no era por ahí… así que antes que nos rajaran por invadir propiedad privada dimos media vuelta y volvimos atrás, encontrando la senda real de ripio en Millbrook.

Tras varios metros de relativa tranquilidad todo se complicó cuando apareció el cartel que indicaba “Christines Hill” que fue seguido por una larguísima bajada que no parecía terminar nunca en la que la bici iba ganando velocidad a pesar de ir apretando los frenos. Conclusión: terminé estrellada contra el alambrado que estaba al lado del sendero. Primer milagro del día: no me lastimé nada. Continué el resto de la bajada a pie con la bici al lado.

Luego vinieron unos cuantos metros de desniveles muy suaves que no causaron inconvenientes hasta casi llegar al lago donde me vi frente a otra pendiente pronunciada… sin siquiera arriesgarme a terminar en medio del agua, bajé de la bici y haciendo un grandísimo esfuerzo para ir frenándola fui caminando con ese maléfico objeto al lado mientras maldecía en todos los idiomas conocidos el momento en que habíamos decidido alquilarla. Llegué al lago con ganas de dejarla ahí tirada y volver caminando. Y para sumar un poroto a la frustración que tenía, Seba en tono acusatorio resaltó que habíamos tardado un montón en llegar…

Como no queríamos quedarnos varados en Arrowtown, teníamos que ajustar un poco los tiempos para llegar a tomar el micro. Quedaban varias horas por delante, pero no sabíamos cuánto podíamos llegar a tardar haciendo los 8 km alrededor del lago y los 5 km de regreso. Tras descansar apenas 2 minutos, seguimos adelante con la bicicleteada dando la vuelta al algo en sentido contra-horario como nos habían recomendado… Ni bien comenzamos se nos apareció otra subida mortal; a arrastrar la bici cuesta arriba! El resto del camino hasta llegar al otro extremo del lago presentaba algunos desniveles suaves que pude superar sin tener que bajarme. Luego siguió un entarimado sobre una zona húmeda, que al ser plano no me causó problemas. Ya habíamos hecho más de la mitad de la circunferencia! Teóricamente frente a ese lado del lago había mansiones con privilegiadas vistas... tanto prestar atención a no perder el equilibrio y a las irregularidades del terreno que no presté atención a nada más! Así que si había o no casas caras no lo puedo asegurar… solo sé que en un par de oportunidades arrastré la bici a pie. Las horas en la bici de spinning no se vieron reflejadas en mi desempeño de ese día…


Bordeando el lago Hayes


Habiendo superado el lago, hicimos una parada para hidratamos y picar algo antes de emprender el regreso. Solo faltaban 5 km que se pronosticaban duros por todas las subidas que teníamos, de hecho, inicié la primera caminando. En general me cansan mucho las pendientes, ni hablar cuando además voy arrastrando un objeto en contra de la fuerza de gravedad… Cuando vi que el terreno era lo suficientemente plano me monté en la bici y pedalee hasta llegar a Christines Hill. La subida era tan prolongada, empinada y desmotivadora que sin dudarlo emprendí la travesía a pie; en este sector Seba me acompañó al lado. Durísimo!!!

Seguimos pedaleando durante un par de kilómetros hasta que a poco de llegar a destino nos encontramos frente a frente con una bajada un tanto complicada que incluía un giro en U –se trataba de la primera subida que había hecho a pie-. Antes de comenzar a bajar hice una evaluación de por donde tenía que ir y como tenía que girar, estaba todo planificado. La primera parte perfecta, giro abierto y … el camino desapareció!!! Hubo algún error de cálculo y seguramente en la técnica que hicieron que literalmente me desbarrancara. De repente me vi sorprendida cayendo; el shock fue tal que ni siquiera atiné a gritar. No sé cómo, pero la bici en un punto dejó de caer; no puedo asegurar si fue algún árbol, la superficie de tierra con vegetación o algún Dios. Despatarrada en el suelo, parcialmente aplastada por la bicicleta comencé a chequear que pudiese mover todo el cuerpo… respiré aliviada al notar que no había huesos rotos. Segundo milagro del día: sólo me llevé raspaduras en toda la cara interna del brazo izquierdo y rodilla derecha, y un par de hematomas en las piernas.

Al ir un par de metros delante de mío, Seba aún no se había enterado de lo sucedido…  Desde donde estaba le grité “Me caí!!!”.


Me caí!!!

Veamos la versión de Seba sobre los hechos:

Luego de una lenta bicicleteada para no dejar tan atrás a Sole estábamos ya cerca del pueblo. Se venía una curva cerrada a baja velocidad pero sencilla, así que le grite para que frene y se abra para doblar sin problemas... tras unos segundos de silencio decido mirar hacia atrás, y no vi a nadie. Dejé la bici y empecé a correr cuesta arriba sin ver ni a Sole ni a la bici! De repente, casi inaudible, se escuchó un "me caí". No podía entender cómo había ido a parar tan abajo y cómo no se había lastimado más teniendo en cuenta todos los árboles que había!


Sigo con mi relato...

Cuando vi venir a Seba y le confirmé que estaba entera nos pusimos a reír de la situación tragicómica. Cómo había terminado ahí era la gran pregunta! Caballerosamente bajó hasta donde estaba y me subió la bici al camino, también había resultado ilesa. Cuando dejamos de reírnos y revisamos que las heridas que tenían sangre eran superficiales, sugirió “Volvamos, lavate las lastimaduras en el río y sacate el pasto de las medias antes de devolverla, jaja”; disimulemos la caída.

Volví a subir a la bici y esta vez descendí correctamente la segunda parte de la pendiente, llegando rápidamente al Chinese Settlement. Justo en la entrada al mismo había unos baños públicos donde debía haber lavatorios, pero la pestilencia que emanaban –se sentía a un par de metros sin siquiera entrar- hizo que fuese directamente al río sin importarme si el agua estaba limpia o no.

Como si nada hubiese pasado, fuimos a devolver ese arma mortal. Sin dudas fueron los $45 peor invertidos de las vacaciones… Espero que al menos Seba haya disfrutado de la actividad propuesta por él; para no ser aguafiestas tirándole todos sus planes abajo había aceptado subirme a ese rodado siendo consciente de mis limitaciones. Yo la pasé bastante mal, no lo disfruté y encima me terminé perdiendo todo el paisaje al ir tan concentrada mirando el terreno.

Pasado el momento traumático del día, volvimos a las calles principales con un solo propósito: un helado!!! Una de las primeras cosas que habíamos visto al bajar del micro fue un local de Patagonia Chocolates (misma franquicia del que estaba en el aeropuerto y el centro de Queenstown); había quedado fichado justamente para hacerle una visita a la tarde. Pedimos un vasito con 2 bochas, una de chocolate amargo Patagonia con macadamia y una de mascarpone con frutos rojos. Estuvo rico, aunque no me voló la cabeza.




Decidimos tomar el bus de las 17:35 horas por más que tuviésemos que trasbordar en Frankton y tardase un rato más; el lugar ya no daba para quedarnos una hora y algo más. El viaje de regreso incluyó un recorrido por Lake Hayes State, un barrio con aspecto de country pero sin muros ni rejas, donde el bus tenía una parada. Uno ratito después bajamos en Frankton, y tras una corta espera seguimos viaje en otro bus hacia el centro.

Cuando llegamos eran las 18:30 horas de un viernes, los bares estaban atestados de gente tomando cerveza; parecía que todo el mundo estaba de after office. Ni siquiera atinamos a buscar un lugar para sentarnos. Directamente hicimos unas compras en el super y regresamos al departamento sufriendo mucho la eterna subida que fue ampliamente recompensada con cerveza y maní en el balcón.

La cena iba a ser un gran experimento. Habíamos comprado una caja de risotto con hongos bien artificial para cocinar en microondas (el único artefacto que teníamos). El primer problema que enfrentamos fue la falta de un recipiente grande para cocinar y un medidor para calcular el agua. A falta de bowl buenas son las compoteras… tendríamos que cocinar el contenido repartido en los potes uno después del otro ya que los dos no cabían en el microondas. Para ver la cantidad de agua utilizamos la medida de la pava eléctrica, estimando que cada taza tenía unos 200 ml (en algún lugar estaba guardado lo que había estudiado años atrás sobre capacidad de tazas, vasos y cucharas). La prueba fue superada con éxito! 

Mientras mirábamos el atardecer (el sol terminó de ponerse unos minutos antes de las 21:30 horas) cenamos el arroz cocido "artesanalmente"; somos unos McGyvers en la cocina! Sin ser una exquisitez el sabor zafaba, pero la verdad es que no se veía para nada bien, y nada parecido a la imagen de la caja… para evitar la repulsión de los espectadores ni siquiera nos atrevimos a sacarle una foto. Habiendo cenado nos fuimos a dormir. El reloj estaba programado para las 6:30 horas.


Imaginemos que lucía así... dice 4 porciones???

Conclusiones del día:

  • Jardín botánicohermosísimo y apacible lugar para caminar, o sentarse a leer o comer algo en algunos de sus bancos. Must!
  • i-sites: en caso de tener alguna duda o si quieren contratar alguna excursión o transfer no duden en visitarlos!
  • Arrowtown pueblo: no esperen encontrar un pueblo histórico genuino.
  • Arrowtown off the beaten trackrecomendamos hacer una caminata por los senderos que bordean el río. Tranquilidad y silencio en contacto con la naturaleza donde no llegan los tours.  
  • Arrowtown en bici: creo que no elegimos la senda que mejor se ajustaba a mis habilidades. Una mejor opción es recorrer los senderos que están junto al río donde los desniveles son más suaves. 


Anterior/ siguiente