sábado, 7 de octubre de 2017

Arrancando las vacaciones en Paihia: delfines, islas y senderos con corderitos

By Sole 

26 de Noviembre 2016

Estábamos tan cansados que habíamos olvidado desconectar el wifi del celular, despertándonos a las 3 de la mañana cuando comenzaron a caer mensajes de Whatsapp!!! Noooo!!! Tip: Si viajan al otro lado del mundo, no olviden apagar el celular, silenciarlo o dejarlo sin conexión de Internet durante la noche para evitar estos inconvenientes… Con algo de dificultad conseguimos seguir durmiendo hasta las 7.

Había amanecido sin lluvia, con el cielo parcialmente nublado y una temperatura que rondaba los 16°C. Considerando como había estado el día previo, respiramos aliviados. Mientras nos conectábamos con la realidad, preparamos el desayuno y nos sentamos en el balcón a tomar el té, con tostadas de pan negro con queso Philadelphia (no tenía el clásico y delicioso sabor de la versión norteamericana), mandarina y yogur. Desayuno completito!!!




A las 8:30 horas ya estábamos rumbo al puerto; la ciudad comenzaba a tomar vida a medida que los negocios iban abriendo. Todo tiene otro color y resulta más lindo cuando uno mira el mismo paisaje sin lluvia... este lugar no era la excepción. Por alguna razón, cuando nos acercamos a la costa, se nos vinieron a la cabeza recuerdos de la visita al pequeño pueblo pesquero de Hermanus en Sudáfrica.




Entre sacar fotos y recorrer algunos de los locales se hizo el horario de abordar el catamarán. Como apenas había una resolana y no hacía mucho frío, nos sentamos en los asientos externos de la embarcación. La mayor parte de los compañeros de excursión tenían aspecto de gringos. Además de los angloparlantes, identificamos una pareja de italianos y una familia que podría ser de India o algún país de esa zona. Como dato curioso, tanto el capitán y casi todo el resto de la tripulación eran mujeres; pulgares arriba para la apertura mental de esa parte del mundo!!!




Arrancamos el viaje cruzando a Russell, deteniéndonos unos 10 minutos después en su pequeño puerto para que subieran los pasajeros que faltaban. Con todos a bordo comenzó la excursión propiamente dicha, y lo digo en serio… a pocos de partir, antes de que la embarcación comenzara a acelerar, la capitana anunció la presencia de delfines en la zona. Dicho esto, a unos 60 metros notamos las aletas dorsales de un par de cetáceos que estaban zambulléndose en el agua. Segundos después vimos otra pareja, y cuando pensábamos que ya habíamos visto todo apareció una tercera!!! Nos pareció increíble la sincronización con que la nadaban, parecía que estaban haciendo una presentación olímpica de nado sincronizado!!! En esos momentos uno no sabe si sacar fotos, filmar u olvidarse de toda la tecnología y simplemente mirar dejando todo grabado en la retina… intentamos sacar algunas fotos, pero nos resultó bastante complicado porque por momentos cambiaban de dirección y en lugar de aparecer donde esperábamos nos sorprendían en otro sitio. En una de esas alternancias de dirección algunos se acercaron tanto al barco que pudimos verlos con lujo de detalles; una de las cosas que más nos sorprendió fue el tamaño, eran mucho más grande de lo que imaginábamos. Era la primera vez que los veíamos en su ambiente natural, y no en una pecera de un acuario. Fue una espectáculo fantástico que duró un par de minutos, y tan abruptamente como había comenzado finalizó.










Continuamos navegando a gran velocidad entre las islas hasta llegar a Motukokato Island (también conocida como Piercy Island o “Hole in the rock”) una formación rocosa sobre elevada con un curioso agujero en su interior que formaba un túnel. Vimos el “hole” de un lado, la bordeamos y lo vimos del otro. Parecía que alguien la había atacado con una gran perforadora haciendo un agujero casi perfecto.


Hole, de un lado

Hole, desde el otro lado

Terminamos frente a frente con el orificio; cuando vi que el catamarán comenzaba a avanzar lentamente en lugar de retroceder lo primero que pensé “This is insane” (luego de vivir un par de días en inglés la cabeza es una ensalada, y parte del pensamiento o las palabras del dialogo terminan siendo en ese idioma). No estábamos en medio de una maniobra para girar el barco, sino que efectivamente íbamos a pasar por ese agujero… y así fue. Avanzamos lentamente por esa cueva de piedra, atravesándola con gran precisión. Cuando vimos que la embarcación había salido intacta respiramos aliviados.




Justo frente a “the hole in the rock” vimos la península de Cape Brett con su simpático faro. Si bien parecía una isla, se trata de una península a la que se puede llegar caminando por un sendero de unos 16 km que va por el filo de las ondulaciones que la conforman. Sin haber investigado demasiado, desde el mar nos dio la impresión de que debía ser de una caminata bastante monótona con muchas subidas y bajadas.




Desde ahí navegamos unos minutos más hacia Urupukapuka Island, donde paramos en el muelle de Otehei Bay. Teníamos 40 minutos en la isla para hacer lo que quisiéramos; la recomendación era tomar alguno de los senderos cortos que partían desde ahí. No hace falta aclarar que ya teníamos guardado en el celular el mapa de la isla con todos sus senderos…




Desembarcamos rápidamente para aprovechar al máximo el limitado tiempo que teníamos; apenas nos iba a alcanzar para hacer el Otehei Bay Loop (tiempo estimado 20-60’). Este sendero discurría por una pradera verde, levemente ondulada, en la que pastaban ovejas con sus crías. Seba no pudo evitar hacer su habitual comentario “mmm, corderitos… que ricos y tiernitos”. La cantidad de heces en los alrededores, incluyendo el sendero, son una clara evidencia del alto consumo de fibra de estos animales; qué otra cosa tienen que hacer durante todo el día además de comer pasto??? Era prácticamente imposible caminar sin pisar los desechos biológicos. Fuimos caminando ligerito, pero sin dejar de prestar atención al paisaje que teníamos alrededor; justamente en la zona más alta había unas vistas muy bonitas de la isla con sus playitas rodeada del mar y las islas vecinas.


Corderitos pastando


Nuestro barco desde lo alto...

Volvimos contentos con haber tenido al menos la posibilidad de hacer esa pequeña caminata por Urupukapuka, aunque no voy a negar que nos quedamos con las ganas de recorrerla en su totalidad entrelazando los distintos senderos (tal como era nuestro plan inicial).

El tiempo voló y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos de nuevo en el catamarán. En el regreso no tuvimos la suerte de volver a ver delfines. Asumo que habiendo cumplido con el avistamiento prometido el esfuerzo por parte de la tripulación para buscar más animales debe haber sido muy escaso… También nos quedamos con ganas de un poco más…

Con la parada en Russell para devolver a los pasajeros que habían subido ahí la excursión estaba prácticamente terminada. Como estaba la posibilidad de bajar ahí y tomar un ferry más tarde para volver a Paihia, optamos por dar un paseo por ese pueblito de gran importancia histórica por haber sido el primer asentamiento, capital y puerto de esas tierras que con tiempo pasarían a llamarse Nueva Zelanda. Como lo he comentado previamente, Russell no estaba en nuestros planes (Seba estaba bastante negado a visitar el lugar) y justamente esa tarde la teníamos destinada para hacer kayak; el viento y el oleaje del mar que habíamos presenciado fuera de la bahía nos hicieron desestimar totalmente esa opción. Adaptándonos rápidamente a la situación, pedimos los tickets de cortesía para regresar en alguno de los ferris de la misma compañía que parten en forma horaria, y desembarcamos.

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