sábado, 30 de septiembre de 2017

Tome avión Buenos Aires- Santiago- Auckland. Tome bus Auckland- Pahia... recalculando!!!

By Sole

23 de Noviembre de 2016

Ese miércoles por la tarde, luego de haber trabajado toda la mañana, emprendimos nuestra aventura por la lejana Oceanía.

A diferencia de los viajes anteriores partimos de Aeroparque, un verdadero placer para quienes lo tenemos a menos de 30 minutos de casa. Hicimos todos los trámites de rigor y a las 20:20 horas partimos hacia Santiago de Chile, donde teníamos una escala. Dos horas más tarde, tras un vuelo tranquilo en el que recibimos la “cajita feliz LAN” (la ya clásica medialuna con jamón y queso + 1 bon o bon), estábamos del otro lado de la Cordillera. Bajamos del avión dirigiéndonos al sector de transbordo del aeropuerto donde volvimos a pasar por el scanner de seguridad terminando en el área de embarque. Como estábamos de tránsito no tuvimos que hacer migraciones ni retirar el equipaje.

Pasadas las 23:20 horas comenzamos a abordar formando parte de un pasaje variado que incluía un mix de chilenos, brasileños, algún que otro argentino, australianos y neozelandeses. Como no habíamos podido hacer el web check in con anticipación (imposibilidad del sistema por el tipo de vuelo) nos tuvimos que conformar con los asientos disponibles terminamos sentados separado, con un hombre y pasillo de por medio.

Queríamos ajustar el horario de sueño al del lugar de destino… el plan era cenar, mantenernos despiertos hasta que fuesen las 22 o 23 horas de Nueva Zelanda, dormir, desayunar y comenzar el día como si nada. La parte de la cena la cumplimos al pie de la letra. Con algo de hambre y cansancio recibimos las bandejas con ensalada, el guiso de pollo con arroz blanco, y un “mousse” por no decir bodoque de chocolate. Un servicio de catering bastante mediocre como caracteriza a la compañía. Por más que lo intentamos apenas dormimos por ratos, no llegando a las 2 horas en todo el vuelo; lamentablemente no pertenecemos al grupo de gente que sube a la avión y duerme profundamente en forma ininterrumpida durante todo el viaje. En esas 10 horas de vigilia utilizamos el servicio de entretenimiento a bordo a full!!! Por mi parte aproveché para ver dos películas (Me before you y Captain Fantastic), jugar, escuchar música y dar un par de paseos por el avión –regresando al asiento cada vez que la tripulación nos mandaba a todos los inquietos a sentarnos-. Entre estar tantas horas mirando una pantalla y la sequedad del ambiente teníamos los ojos a la miseria; con mis ojos mucho más secos de lo habitual casi me termino el frasco de lágrimas artificiales…

Cuánto falta???

Cuando la tripulación lo decidió se hizo la mañana y llegó el desayuno… significaba que el viaje ya estaba por terminar!!! Esta vez nos tocó una bandejita con unos trocitos de fruta, pan, manteca y mermelada, un muffin y un insulso omelete con champiñones (rechazando el sándwich de jamón y queso calentado al microondas… a quién se le ocurre meter eso en el microondas sabiendo que el pan queda asquerosamente húmedo y gomoso???).

Antes de aterrizar nos dieron un formulario que teníamos que presentar para ingresar a Nueva Zelanda con muchas preguntas sobre lo que llevábamos en el equipaje (frutas, verduras, lácteos y derivados, condimentos, zapatillas o equipo outdoor sucio, etc) a la vez que pasaron un video sobre el tema que advertía sobre el riesgo de multas de hasta $400* si se mentía en esa declaración jurada. Como teníamos dudas sobre algunos alimentos que estábamos llevando (yerba, chocolate y Mantecol®), optamos por marcar el “yes” y consultar.

*Mientras estemos en Nueva Zelanda cada vez que hablemos de "$" nos vamos a estar refiriendo a dólares neozelandeses (NZD).


25 de Noviembre 2016

Habiendo quedado el 24 de noviembre perdido en todos los husos horarios que habíamos atravesado, el 25 a las 5:40 aterrizamos.

Hicimos el trámite de migraciones sin problemas; un empleado muy agradable y sonriente apenas nos hizo algunas preguntas sobre donde nos íbamos a alojar y selló los pasaportes aprobando la entrada con una permanencia en el país por tres meses. Luego presentamos la declaración jurada donde nos preguntaron qué alimentos teníamos en la valija, teniendo especial cuidado en decir “mate infusion” en lugar de “yerba” para evitar confusiones idiomáticas. No parecieron interesado en ninguno de esos productos, así que pasamos sin problemas tras el escaneado habitual de equipaje. Nos dio la impresión que estaban más interesados en vegetales, carnes, lácteos y suciedad en los equipos deportivos. Cuando regresamos del viaje una amiga nos contó que cuando entro declaró tener las zapatillas con barro, y en el mismísimo aeropuerto se las limpiaron antes de permitirle el ingreso. Son muy cuidadosos en el tema de control de plagas para proteger su ecosistema… durante nuestro recorrido veríamos el porqué de tanto cuidado.

Bienvenidos a NZ!!!

Estando ya oficialmente dentro de Nueva Zelanda salimos del aeropuerto; apenas cruzando la calle nos encontramos con la taquilla de “Sky Bus”, el micro rojo que va a la ciudad. Compramos dos tickets con retorno; como tenían fecha abierta aprovechamos el descuento que había respecto a sacar cada tramo por separado ($16 cada tramo sacando el “return ticket” vs $18 cada tramo por separado). Se pueden pagar tanto con efectivo como con tarjeta de crédito, no siendo necesario cambiar dinero en las usureras casas de cambio del aeropuerto.

Nos encontramos con un micro limpio, con un sector especial para las valijas y hasta wifi que funcionaba; estábamos en el primer mundo!!! Mientras manejaba la señora chofer iba hablando por micrófono indicando las paradas.

En el bus

Tal como el servicio meteorológico había pronosticado, estaba nublado con garúa intermitente. Nos entretuvimos durante el viaje viendo los alrededores de la ciudad donde predominaban las casas de aspecto inglés, y una sorprendente cantidad de restaurantes y negocios chinos e indios. En 40 minutos estábamos frente a la icónica torre de Auckland, la Sky City tower (posiblemente la duración del viaje sea mayor en otro horario; nosotros lo habíamos tomado 6:50 AM).

Sky City Tower

Eran las 7:30, teníamos tres horas de espera hasta la salida del bus hacia Paihia. Entre el cansancio y el tempranero desayuno, nada mejor que buscar un café!!! Luego de pasar por una cafetería indio que largaba olor a curry (me encanta el curry, pero a esa hora sinceramente me genera nauseas), terminamos en “Right Café”, frente al Ministry of Justice, y a dos cuadras de la estación de buses y del departamento donde nos íbamos a alojar unos días más tardes cuando regresáramos a Auckland. Pedimos un cappuccino, un latte, un scon de queso y un muffin de frutos rojos ($12) y nos sentamos en una de las mesas libres con todo nuestro equipaje –ocupamos medio local-. Hubo tiempo suficiente para reponer energías, chequear Internet y hasta para leer el diario local.

Second breakfast!!!

Unos 20 minutos antes del horario de partida estábamos en Hobston St 102 esperando para subir al micro. Con la previsión que nos caracteriza habíamos sacado los pasajes por Internet con más de un mes de anticipación; supongo que también se podían sacar en el momento pero con el riesgo de que no hubiese lugar disponible. A diferencia de las listas de papel con los nombres de los pasajeros que solemos ver en Argentina, el chofer tenía una aplicación en el celular con los nombres de los pasajeros, siendo suficiente mostrarle el nombre y código de reserva. Para evitar gastos innecesarios en personal el mismo hombre hacia a la vez de maletero, y posteriormente comentaría el plan de viaje por los altavoces del bus antes de partir.

Nos ubicamos junto a unos pocos pasajeros más, y con una envidiable puntualidad inglesa encendió el motor iniciándose el viaje. Pronto abandonamos las calles del downtown tomando el Auckland Harbour Bridge desde donde se tuvimos una interesante vista panorámica de la ciudad. A los pocos kilómetros hicimos la primera parada para recoger más pasajeros en Albany, descubriendo que los buses de Intercity eran auténticos lecheros que paraban en todos los pueblos.



Fuimos siguiendo la ruta 1 hacia el norte. El camino nos sorprendió gratamente con campos con colinas cubiertas de pasto verde donde pastaba el ganado, principalmente ovino, intercaladas con alguna granja y árboles aislados; por momentos tuvimos la sensación de estar mirando la comarca de los hobbits a través de la ventana. Para hacer el recorrido más entretenido, en algunos tramos la ruta se acercaba a la costa dejando ver en forma intermitente el mar.



Pasamos por una incontable cantidad de poblados que iban desde pequeños caseríos hasta ciudades como el caso de Whangarei. Todos tenían como factor común:
  • la ausencia de edificios, predominando las casas independientes (esas que no comparten medianeras con las vecinas y recuerdo haber estudiado en las clases de inglés como detached houses) con pequeños jardines o patios,
  • al menos un restaurant fast food (podía ser un Mc Donald’s, KFC, Subway),
  • una inmobiliaria (Ray White o Hooker),
  • un War Memorial,
  • una escultura de algún animal o insecto,
  • y la regalería con chucherías navideñas.
En mitad del camino hicimos una parada en Kaiwaka, más precisamente en el parador rutero “The Coffepot” que vendía sándwiches, algunas bollerías, frutas, infusiones y gaseosas. Después de comer tanto pan y bollerías en las horas previas nos conformamos con una banana y una Coca Zero –era fundamental una dosis de cafeína- ($4,25). Nos sentamos a comer la fruta en una mesa de picnic en el exterior, aprovechando a tomar algo de aire. Quince minutos después continuamos viajes.


Destino 1: Paihia

Esta localidad es el principal centro turístico de Bay of Islands, con una población estable que no llega a los 2000 habitantes. Por qué la elegimos? Desde su puerto parten ferries a las islas de la bahía, y tiene un par de senderos de trekking incluyendo uno costero.

A las 14:30 horas finalmente llegamos a Paihia. Bajamos del micro en el puerto que hacia a la vez de estación de buses. Valijas en mano caminamos los 200 metros que nos separaban del Motel Austria. Rápidamente hicimos el check in y subimos a nuestra habitación que estaba en el primer piso por escalera –tarea nada fácil cuando uno tiene una valija de 20 kg-. Quedamos muy conformes con lo que encontramos, sobre todo con el balcón con mesa y sillas.

El puerto de Paihia

Dejamos el equipaje y nos fuimos al “Countdown”, el minimercado que estaba a una cuadra. Entre la escasa variedad de productos elegimos lo básico para armar los desayunos y un par de cenas. Cuando volvíamos comenzó a garuar, convirtiéndose un rato después en una lluvia más intensa que nos impidió salir a merendar; optamos por unos mates con galletitas y pan con queso crema en el hotel. Aprovechamos también ese rato para bañarnos y reevaluar las actividades del día siguiente.

Recalculando: Gran parte de las actividades que habíamos pensado en un principio tuvieron que ser reprogramadas.

Hiking en Urupukapuka Island: Inicialmente esta caminata de unos 7 km era uno de nuestros grandes planes. Cuando comenzamos a averiguar cómo llegar descubrimos que la lancha colectivo que hacía el return trip por $35 recién comenzaba a circular a partir del 1 de diciembre. La única alternativa era tomar un water taxi con capacidad para 6 personas con un costo de $150 cada tramo (siendo apenas 2, nos iba a costar $300 ir y volver; bastante más que los $70 que pensábamos pagar).

Kayaking: queríamos remar un rato por el mar llegando a Muturua Island, una de las 144 islas de la bahía. Entre la lluvia con la que nos habíamos encontrado, y chances de que se repitieran en los días siguientes según el pronóstico, y los fuertes vientos que comprobamos en mar abierto –cuando uno salía del resguardo de la bahía- hicieron que la idea también quedara desechada.

Como un GPS en pleno recorrido hicimos un “recalculando”, y tras analizar varias actividades terminamos decidiéndonos por la excursión en catamarán “Hole in the rock with dolphin seeker” de $105 cada uno (recorría Bay of Island hasta una formación rocosa con un agujero con parada en Urupukapuka island, y aseguraba que hasta en un 90% de las veces se veían delfines), y visitar Russell, una pequeña ciudad vecina que fuera la primera capital de Nueva Zelanda.

Cuando la lluvia amainó un poco fuimos a contratar la excursión para el día siguiente en la compañía Great Sights, y caminamos un rato bajo la garúa por la costanera llegando al puente que cruzaba el Waitangi River. A pesar del sueño teníamos que mantenernos despiertos para cenar a un horario “normal” y no acostarnos tan temprano; si o si teníamos que adaptarnos al horario local.

Al regresar al hotel hicimos una “picadita” pre cena con maní y una sidra de frutilla y lima. Como en varios lugares del mundo, la sidra parece ser una opción más de aperitivo como la cerveza y los tragos. Aprovechando que teníamos una cocina y cero ganas de salir, preparamos con una ensalada, y alrededor de las 22 horas nos fuimos a dormir.

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